14 de septiembre de 2012

RAFAEL...CON EFE

Estaba oyendo a Raphael (sí, de esos ramalazos que me dan a veces en temas musicales, este cantante es uno de ellos) y me he acordado de otro Rafael, el, durante muchos años, vecino de enfrente. 
Nati (su mujer) y él, se vinieron a vivir a la "casa" de enfrente de la mía al poco de mudarnos nosotros. Y digo a la "casa" porque al igual que mis padres, ellos también siguieron la filosofía de "Juan Palomo" en su construcción y a diferencia de aquell@s que entran en sus viviendas llave en mano, todos nosotr@s veíamos nuestras casa crecer poco a poco una vez dentro de ellas.


Pero vayamos al grano. Rafael y yo congeniamos enseguida, probablemente porque tenía perros (Linda y Carrillo siguen en mi memoria) y a mí me encantaban los perros....sobra decir que en mi casa no gozaban de tanto favor, por eso no teníamos ninguno. Así que de vez en cuando me arrimaba a la acera de enfrente con la ilusión de disfrutar un poco de la compañía perruna de estos dos "chuchos" tan mansos y cariñosos. De vez en cuando Linda nos daba algún susto cayéndose por el balcón (aún sin baranda...es lo que tienen las casa construidas poco a poco) o directamente desde la azotea, pero o tenía ascendencia gatuna (porque se libraba de muchas) o bien sus caídas eran amortiguadas por los montones de arena que se acumulaban en la entrada para hacer cemento.

Rafael además, criaba perdigones en una habitación-jaula en la azotea y los perdigones adoraban los insectos vivos (para comer y para entretenerse, supongo). En los alrededores de mi casa apenas había otras construidas, así que teníamos campo alrededor (¡¡hasta pasaba un señor con vacas a pastar!!) y eso significaba muchos insectos pululando por alli...principalmente hormigas. Así que Rafael, para tenernos entretenidos a sus hijos y a mí (tendríamos entre 7 y 10 años), de vez en cuando nos proponía un plan: nos daba un bote de cristal vacío (de mayonesa, de garbanzos cocidos o de lo que hubiera a mano) y nos prometía un "sueldazo" de cinco duros (mmm...cómo añoro hablar en duros...20 duros, 100 duros, 1000 duros....) a quien llevara el bote con más bichos vivos para sus perdigones. Su hijo (no me acuerdo cuál de los dos, creo que Jose Mª) me enseñó un truco (lo cual demostró su buen corazón, su ingenuidad y su falta de vista comercial) para llenar más rápido y en mayor cantidad los botes de hormigas.
Consistía en poner la mano en la salida del hormiguero (si encima untábamos la mano con un poco de azúcar era la repanocha) y dejar que la mano se llenara de bichitos negros hasta que casi el blanco de la mano no se viera. Luego cerrábamos la mano en forma de pico para meterla en el bote y una vez dentro, con la otra mano "arrastrar" las hormigas hacia dentro (el gesto sería similar a cuando te quitas una pulsera). De golpe y porrazo metía cientos de hormigas en el bote y me llevaba el premio...
A pesar del "repelús" que esto pueda producir (y los picotazos que me llevé de las hormigas golosas) es una época a la que me gusta volar con el recuerdo. Quizá por eso siempre que vuelvo a Sevilla sigo viendo ese brillo de complicidad en los ojos de Rafael, secretamente esperando que me vuelva a dar un bote vacío y me prometa cinco duros....